La dermocosmética no es solo vender productos, sino saber guiar al cliente hacia lo que realmente necesita. La dermoconsejera marca la diferencia en la farmacia, generando confianza y fidelidad.
Cuando una persona entra en la farmacia buscando un producto para la piel, no siempre sabe exactamente qué necesita. Ahí es donde entra en juego la dermoconsejería. No se trata solo de recomendar una crema porque está de moda, sino de entender qué busca cada cliente y ofrecerle la mejor opción según su piel, su rutina y sus necesidades.
Escuchar es clave. A veces vienen con la idea de que necesitan un producto específico porque lo vieron en redes, pero cuando me cuentan su problema, descubren que hay una opción mejor para ellos. En esos momentos, la diferencia entre una venta común y una experiencia de atención real está en el conocimiento.
Además, la confianza es fundamental. Cuando alguien vuelve y me dice que lo que le recomendé le funcionó, sé que hice bien mi trabajo. La dermoconsejería no es solo una tendencia, es un valor agregado que marca la diferencia en la farmacia.
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